Mundo Tradicional es una publicación dedicada al estudio de la espiritualidad de Oriente y de Occidente, especialmente de algunas de sus formas tradicionales, destacando la importancia de su mensaje y su plena actualidad a la hora de orientarse cabalmente dentro del confuso ámbito de las corrientes y modas del pensamiento moderno, tan extrañas al verdadero espíritu humano.

miércoles, 29 de abril de 2015

SOBRE ALGUNOS SÍMBOLOS Y OPERACIONES DE LA ALQUIMIA HERMÉTICA, por Manuel Plana

Algunas puntualizaciones a modo de introducción

Como se sabe, las etapas de la realización espiritual varían según cada vía y forma tradicional; la propia variedad de estados en que se manifiesta el Sí mismo, meta y objeto de toda realización, es en número indefinido. Sin embargo, ningún esquema iniciático tradicional sigue pautas arbitrarias, sino que responde a su propio punto de vista metafísico o al Plan creacional mismo contemplado desde alguno de sus principales aspectos, siendo la iniciación su mimesis ritual y consciente. Este Plan, aunque comporte indefinidos estados, ellos mismos se agrupan por categorías universales, del mismo modo que en el cuerpo las células, los órganos, los miembros, etc... dándose por entendido que no se trata de recorrerlos todos sino que, en tanto modalidades de una misma cosa, alcanzando el centro de cada una de estas categorías, quedan todos realizados por añadidura. Así, en cuanto tales, son distintos o diferenciados hasta cierto punto, a partir del cual ya no puede hablarse de diferencias ni tampoco darles el sentido cuantitativo ordinario. 

Todas las tradiciones completas hablan de dos grandes fases en la vía, en relación directa con los principales aspectos de la deidad o del Sí mismo, el inmanifestado y el manifestado, el Impersonal y el Personal, Grandes y Pequeños Misterios en la antiguedad occidental; Bauddha-Ajñâna y Paurusha-Âjñâna del shivaismo advaita cachemir; el-Fana y el Fana al-Fanai (extinción y la extinción de la extinción) en el sufismo; grados azules y altos grados en la Francmasonería, etc... los cuales se corresponden igualmente con la propia división general de la cosmogonía en Cielo y Tierra o Aguas Superiores e Inferiores, es decir, en dos grandes órdenes de posibilidades distintas de ser y de realidad, una informal y supraindividual y otra individual y formal que el hombre incluye en sí mismo.

Los Pequeños Misterios lo son de la Tierra en el sentido más ámplio del término, es decir, de lo que suponen todas las posibilidades del plano de existencia que corresponde al humano de este ciclo o Manvántara. Por ello su culminación incluye la restauración de su perfección primordial  (paradisíaca), la redención cristiana de la "caída", con la consiguiente regeneración psíquica del misto, que para ello ha tenido que pasar por una serie de transmutaciones internas y desandar todo el trecho laberíntico que lo separa del Origen. En el caso de los Grandes Misterios, del Cielo, ya no se trata de ninguna transmutación o pasaje por estados individualmente (o formalmente) diferenciados, sino al contrario de una transformación o paso más allá de las formas y las diferencias, y por tanto de la propia noción de separatividad, dualidad y cantidad. Existe entre ambas posibilidades una jerarquía ontológica que hace de los primeras un reflejo sucesivo y condicionado de las segundas, la corriente psico-somática de las formas y el mundo espiritual de los principios inmutables en términos platónicos. Unos se recorren horizontalmente, en modo sucesivo y distinto, como una metamórfosis hacia la forma verdadera, y otros verticalmente y fuera de toda idea de sucesión, de cambio  y de forma. A este respecto puede hablarse, como hace el sufismo, de estados (Ahwal) y estaciones (Maqam); los primeros van y vienen, los segundos suponen algo estable y adquirido de una vez por todas. Y es patente que el paso  de una a otra de estas categorías o estados, supone siempre una muerte y un nacimiento simultáneo, precisamente porque no existe otro modo de pasaje; se impone un paso al límite, una ruptura de nivel, que no puede provocar ningún recorrido sucesivo y cuantitativo de estados.


martes, 7 de abril de 2015

“VIA SECA” Y “VIA HÚMEDA”, por Manuel Plana

En la tradición Hermética se habla de dos vías diferentes que conducen a la realización de la Gran Obra, equivalente a los Pequeños Misterios de las antiguas iniciaciones grecolatinas, es decir, los misterios cosmogónicos y la restauración del estado primordial humano, siendo una preparación a los Grandes Misterios que, como veremos, también están prefigurados en el hermetismo. Estas dos vías son llamadas "vía seca" y "vía húmeda", equiparadas respectivamente a la "vía solar" y a la "vía lunar", siendo obvia la relación entre las aguas, lo húmedo y la Luna, así como entre el Sol, el fuego y lo seco.
Según Guénon: "las diferencias esenciales que existen entre la vía de los iniciados y la de los místicos,  digámoslo de paso, corresponden respectivamente a la "vía seca" y la "vía húmeda de los alquimistas" (1). Parece extraño a primera vista que una forma iniciática y no religiosa como es la Hermética, incluya en sus propios métodos unos que no lo son, puesto que ambas vías difieren en muchos aspectos.  ¿Cómo puede acomodarse una forma místico-religiosa en la tradición Hermética? ¿Conducen las dos vías a metas distintas, o son quizá etapas diferentes de un mismo camino? A grandes rasgos, según Guénon lo que caracteriza a una y otra vía, según el contexto iniciático de la "seca" y el místico-religioso de la "húmeda", es que mientras la primera es una ascesis espiritual por el conocimiento, activa y ordenada según etapas precisas que conducen a la superación de los límites individuales, la segunda es una ascesis pasiva donde prima el elemento sentimental y no el intelectual de la Gnosis, por lo que los estados místicos tienden a quedar encerrados en los límites formales de la individualidad, solo superados esporádicamente en momentos de rapto, visiones u otro tipo de estados, mayormente de orden psíquico más que espiritual.  Así, mientras la primera supone la perfección y superación del estado humano, la segunda tan solo el acceso a determinados estados parciales de aquel.