Mundo Tradicional es una publicación dedicada al estudio de la espiritualidad de Oriente y de Occidente, especialmente de algunas de sus formas tradicionales, destacando la importancia de su mensaje y su plena actualidad a la hora de orientarse cabalmente dentro del confuso ámbito de las corrientes y modas del pensamiento moderno, tan extrañas al verdadero espíritu humano.

lunes, 17 de octubre de 2016

EL PAPEL DE LA CONCIENCIA EN LAS TRADICIONES METAFÍSICAS (II), por Manuel Plana

Curiosamente, un autor tan poco moderno y ajeno a prejuicios religiosos como René Guénon, opina lo mismo sobre el papel de la conciencia, a pesar de tomar prácticamente todo de la tradición hindú para explicar la metafísica, aunque sólo del Vedanta de Shankara, no de la tradición agámica (shaiva) ni del Tantra, que de alguna manera los encontramos diseminados por casi todas las corrientes a partir de cierta época. Él veía en Shankara al máximo exponente de la ortodoxia brahmánica advaita; sin embargo, no llegó a conocer a fondo, (tanto como, por ejemplo, Arthur Avalon al que cita y respeta), el rico acerbo no-dual del shivaismo y de otras corrientes tanto o más ortodoxas y arcaicas como los Vedas. Y aquí no nos referimos al shivaismo como complemento (en la Trimurti) del vishnuismo brahmánico, sino al shivaismo védico, agámico y tántrico mucho más anterior, realmente prehistórico.

De la conciencia dice Guénon:
“El conocimiento, entendido absolutamente y en toda su universalidad, no tiene en ningún caso como sinónimo o equivalente a la consciencia, cuyo dominio es solo co-extensivo al de ciertos estados de ser determinados, de forma que no es sino en estos estados, con exclusión de todos los demás, donde el conocimiento se realiza por medio de lo que podemos llamar con propiedad una “toma de consciencia.”    (…)  

Pero a pesar de asimilar el conocimiento mismo a una “toma de conciencia”, al autor no ve identidad entre ellos.  

“La consciencia, como la hemos entendido precedentemente, incluso en su forma más general y sin restringirla a su forma específicamente humana, no es más que un modo contingente y específico de conocimiento bajo ciertas condiciones, una propiedad inherente al ser considerado en ciertos estados de manifestación; con mayor razón, no podría hablarse de ella en ningún grado para los estados incondicionados, es decir, para todo lo que sobrepasa el Ser, puesto que ni siquiera es aplicable a todo el Ser. Por el contrario, el conocimiento considerado en sí mismo e independiente de las condiciones correspondientes a cualquier estado particular, no puede admitir ninguna restricción y, para adecuarse a la verdad total, debe ser co-extensivo no solamente al Ser, sino a la misma Posibilidad Universal y, por tanto, debe ser infinito como ésta necesariamente lo es.” Los estados múltiples del ser. C.XVI. Conocimiento y consciencia. René Guénon.

“No debemos diferenciar, en lo Universal, intelecto y conocimiento, ni, por tanto, inteligible y cognoscible: siendo inmediato el conocimiento verdadero, el intelecto no es rigurosamente más que uno con su objeto; es solo en los modos condicionados del conocimiento, modos siempre indirectos e inadecuados, donde ha lugar a establecer una distinción, operando el conocimiento relativo no por el intelecto mismo, sino por una refracción del intelecto en los estados de ser considerados y, como ya hemos visto, es tal refracción la que constituye la consciencia individual.” Los estados múltiples del ser. C.XVI. Conocimiento y consciencia. R. Guénon.

Incluso cuando admite el término, precisa:
“Habría otra observación más que hacer y que es preciso tener muy en cuenta para no caer en ningún error: como la palabra “razón”, también la palabra “consciencia” puede a veces ser universalizada por una transposición puramente analógica, cosa que nosotros mismos hemos hecho para traducir el significado del término sánscrito “Chit”; pero tal transposición no es posible sino cuando se limita al Ser, como era entonces el caso para la consideración del ternario Sat-chit-ânanda. Debe entenderse bien, no obstante, que incluso con esta restricción, la consciencia así transpuesta no es ya de ningún modo entendida en su sentido propio, tal como anteriormente la definimos y tal como generalmente venimos utilizando esta palabra: en este sentido no es –repitamoslo- más que el modo específico de un conocimiento contingente y relativo, como contingente y relativo es el estado de ser condicionado al que esencialmente pertenece; y si se puede decir que es una “razón de ser”: para un estado tal, solo lo es en tanto participación, por refracción, en la naturaleza de este intelecto universal y trascendente que es en última instancia y de forma preeminente la suprema “razón de ser” de todos los órdenes de posibilidades sin que ninguna de estas determinaciones pueda afectarla en lo más mínimo.“ Los estados múltiples del ser. C.XVI. Conocimiento y consciencia. R. Guénon.

¿Ignoraba Guénon lo que significa, incluso en el caso de Shankara:   Samvit, Chaytania, Parâsamvid…?  Y que el Sí mismo, identificado con la Suprema Conciencia comprende tanto lo que él llama el No-Ser (inmanifestación) como el Ser (manifestación).

“Todo, tanto el mundo inmanifestado como el manifestado no son nada más que el Sí Mismo.” Avadhuta-Gîta. Sloka 21. Dattatreya.

No se trata de “transponer” o proyectar una facultad individual -¿que no existe en lo universal?- a lo universal, sino, al revés, de ver un principio universal reflejado en modo limitado en el orden individual, algo bien raro en el caso de Guénon que tan bien señala el carácter irreversible de la analogía en muchas otras cosas. 

“Podríamos decir, de manera más exacta, por extraño que a primera vista  pueda parecer, que es una “razón de ser” de los estados a que nos estamos refiriendo (individuales), pues la conciencia es manifiestamente aquello por lo que el ser individual participa de la inteligencia universal (el Buddhi de la doctrina hindú); pero, naturalmente, es inherente a la facultad mental individual (manas) bajo su forma determinada (como ahamkâra), y por consiguiente, la misma participación del ser en la inteligencia universal puede traducirse en otros estados de modos muy diferentes. (…) Se admite de forma bastante general, es cierto, que la consciencia actualmente clara y diferenciada no es toda la consciencia, que no es sino una parte más o menos considerable de ella y que lo que deja detrás de si puede sobrepasarla en mucho en extensión y complejidad.” Los estados múltiples del ser. C.VIII. Las posibilidades de la consciencia individual. René Guénon.

Guénon deja aquí en suspenso los verdaderos límites y alcance de la consciencia, que a pesar de todo supedita a lo mental tal y como la psicología moderna, es decir, a lo individual, sin atreverse a encararla en modo universal por el mismo hecho de considerar al Conocimiento y no a ella misma como un principio de ese orden. En cualquier caso, Guénon parece estar mucho más influenciado por los postulados de la psicología moderna sobre la conciencia de lo que pudiera creerse, aunque no acredite en sus planteamientos empíricos.

“En lo que se refiere a la distinción esencial entre la “mente” y el intelecto puro, recordemos solamente lo siguiente: en el paso de lo universal a lo individual, el intelecto (buddhi) produce la consciencia (cid), pero siendo ésta de orden individual, no es de ninguna manera idéntica al principio intelectual en sí mismo, aunque proceda de él de manera inmediata como resultante de la intersección de este principio con el dominio específico de ciertas condiciones de existencia por las que se define la individualidad considerada. Por otra parte, es a la facultad mental, directamente unida a la consciencia, a la que pertenece propiamente el pensamiento individual, que es de orden formal (y según lo que acabamos de decir, incluimos ahí tanto la razón como la memoria y la imaginación) y que no es en absoluto inherente al intelecto trascendente (buddhi), cuyos atributos son esencialmente informales.” Los estados múltiples del ser. C-VIII. La mente, elemento característico de la individualidad humana. René Guénon.

“Acabamos de decir que el ser asimila más o menos completamente todo aquello de lo que toma consciencia; en efecto, no hay más conocimiento verdadero, en el dominio que sea, que aquel que nos permite penetrar más o menos profundamente en la naturaleza íntima de las cosas. (…) En otros términos, solo hay conocimiento verdadero en tanto en cuanto hay identificación del sujeto con el objeto o, si se prefiere considerar la relación en sentido inverso, en tanto en cuanto hay asimilación del objeto por el sujeto.” Los estados múltiples del ser. C- XV. La realización del ser por el conocimiento.  René Guénon.

En todo caso, esta asimilación, decía él mismo, la opera el intelecto, pero por una “toma de conciencia” sin la cual el propio intelecto estaría imposibilitado de efectivizarla. En realidad, lo que ocurre con Guénon es que equipara directamente el intelecto (Buddhi) con la propia conciencia pero supeditándola a él, aunque sin poder separar en modo alguno sus respectivos quehaceres, una cuestión de perspectiva si se quiere pero que no deja de proponer contradicciones que aquí intentamos disipar con todo respeto a Guénon. A. Avalon define muy bien la naturaleza de ambas nociones:

“Buddhi o Mahat Tattva es el estado de simple presenciación; una simple conciencia de ser, sin el pensamiento del “yo”, y no afectada por las sensaciones de los objetos particulares. Es la conciencia impersonal del Jîva. Ahamkâra, de la cual Buddhi es la base, es la conciencia personal que se concibe como un “yo” particular, el sujeto de la experiencia. El Jîva, en el orden de la creación, tiene en principio una experiencia de un carácter vago y general, sin conciencia del yo, del “mi” o lo “mío”, como la experiencia que sigue inmediatamente al despertar del sueño. Él remite enseguida esta experiencia al yo limitado, e inmediatamente, tiene conciencia de ser “tal o cual”…” La puissance du serpent. CIII. Pg 62. Arthur Avalon (edición francesa)

Aqui se define el papel de Buddhi como conciencia impersonal del Jîva, y  como la base de la personal de Ahamkâra (ego) cuando entra en juego con Manas, la mente. Pero siendo Buddhi intelecto sintético –Sattarka-  y no solo razón discursiva –Tarka-, es también la facultad que vincula permanentemente lo universal con lo individual y viceversa. En ambos casos, no son sino aspectos de la misma Conciencia operando en ambas dimensiones. 

Siguiendo con el mismo tema:
“No debemos diferenciar, en lo Universal, intelecto y conocimiento, ni, por tanto, inteligible y cognoscible; siendo inmediato el conocimiento verdadero, el intelecto no es rigurosamente más que uno con su objeto; es solo en los modos condicionados del conocimiento, modos siempre indirectos e inadecuados, donde ha lugar a establecer una distinción, operando el conocimiento relativo no por el intelecto mismo, sino por una refracción del intelecto en los estados de ser considerados y, como ya hemos visto, es tal refracción la que constituye la conciencia individual.” Los estados múltiples del ser. C–XVI. Conocimiento y consciencia. René Guénon. 
 “Aquí, el término “intelecto” es también transpuesto más allá del Ser y, con mayor razón, más allá de Buddhi, que, aunque de orden universal e informal, pertenece todavía al dominio de la manifestación y por consiguiente no puede decirse incondicionada.” Los estados múltiples del ser. C-XVI. Conocimiento y consciencia. Nota 3 . René Guénon. 

¿No se incurre aquí en contradicción?  ¿Es que más allá del Ser el modo de conocimiento del intelecto es distinto a una “toma de conciencia” inmediata? Este Intelecto más allá de Buddhi y del Ser al que Guénon se refiere, ¿es algo diferente de la Conciencia en su sentido universal, informal y eterno? En última instancia, es siempre la Conciencia la que se conoce, o mejor se reconoce a Sí Misma como “YO”, sin rastro de dualidad “objetiva”.

Bajo otro registro, meramente psicológico aquí, Guénon continúa:
“Sin duda, para que la conciencia se mantenga en un cierto tono o para que haya conciencia clara y distinta, hace falta una diferenciación continua entre los estados que atraviesan la conciencia, ya que ésta se debilita rápidamente por efecto del hábito, pero tal diferenciación no es condición esencial e indispensable de toda conciencia.”  Psicología. C-IV. La naturaleza de la conciencia. R. Guénon.

“Finalmente, si la conciencia comienza por ser el sentimiento de una diferencia (sujeto y objeto) o incluso por suponer simplemente una diferencia, se puede decir que la conciencia es imposible, que no podrá nunca nacer. En efecto, un sentimiento de diferencia por más que suponga al menos una dualidad de estados que lo explique, su naturaleza no es por ello menos simple. Pero entonces él es como tantas otras sensaciones o como cualquier otro hecho psicológico.No podrá pues existir en la conciencia más que gracias a la existencia de otro sentimiento o al menos de una sensación inconciente: vemos que en esta suposición la posibilidad de la conciencia recula indefinidamente.” Psicología. C-IV. La naturaleza de la conciencia. R. Guénon.

  “La conciencia clara y distinta no es toda la conciencia, supone siempre multiplicidad y cambio (por otra parte quien dice cambio dice multiplicidad), y si esta multiplicidad y este cambio que se requieren siempre para que haya conciencia clara y distinta no se encuentran no obstante en ésta, esto es porque se encuentran en la sub-conciencia, o sea también en la conciencia.” Psicología. C-IV. La naturaleza de la conciencia. R. Guénon.

Es importante aquí la observación de Guénon incluyendo la inconsciencia  y la subconsciencia como posibilidades de la conciencia misma ya que, paradójicamente, incluso para advertir la inconsciencia es necesaria la conciencia. Y también que la conciencia mental-sucesiva no es “toda” la conciencia.

“Se habla también, para explicar la conciencia, de una diferencia entre un sujeto y un objeto, diferencia que debería ser sentida o pensada en cierto grado para que la conciencia se produzca. Se objeta a menudo a esta teoría que la distinción del sujeto y del objeto no debe ser primitiva, que la idea de sujeto pensante en el propio sujeto pensante es demasiado abstracta para existir desde el comienzo, y que sucede lo mismo con la idea de objeto. Esto puede ser cierto, y en todo caso la teoría según la cual toda sensación es al menos un poco consciente, es ciertamente mucho más simple que ésta, pero hay más: la distinción del sujeto y del objeto está lejos de ser tan fundamental como se le supone de ordinario, y hay ciertos modos del pensamiento que pueden ser perfectamente conscientes y que son inclusos del orden más elevado, en los que tal distinción no puede existir.” (?) Psicología. C-IV. La naturaleza de la conciencia. R. Guénon.

En efecto, esto viene apoyado incluso por autores no directamente tradicionales:
“En su estado puro, la conciencia no remite a la diferenciación sujeto-objeto, sino que consiste en su supresión, por la que se unifican el sujeto cognoscente, el objeto conocido y el proceso del conocimiento. Así, la indagación en la naturaleza profunda de la representación “yo” que sirve de base a la conciencia cognoscitiva (diferente de la “pura”), no requiere añadir conocimiento nuevo, sino adoptar un modo alternativo de conocer. (…) “La diferencia básica entre ambas (la conciencia cognitiva-relacional y la “pura” sin otro objeto que ella misma), tiene que ver con la prevalencia y la supresión de la relación sujeto-objeto.” (…) “En la transición de la conciencia cognoscitiva a la conciencia pura, es abolida la naturaleza intencional (y relacional) propia de aquella, lo que se relaciona con la disolución de la dualidad sujeto-objeto esencial a dicha naturaleza.” De la consciencia sujeto-objetiva a la consciencia pura sin objeto. Mario Toboso. Universidad de Salamanca.

Para el profesor Toboso, Occidente y Oriente consideran de diferente manera la conciencia: cognitiva el primero, es decir, dual-relacional y abocada a su objeto; y el segundo en sí misma, pura, no-dual e ilimitada, lo que incluye igualmente para éste una noción superior e ilimitada del yo diferente de la del ego mental, que es la normalizada en Occidente.

Georges Vallin suscribe la misma opinión:
“La contemplación occidental parece depender siempre de la afirmación de la realidad del ego (mental) en función de la cual el objeto mismo de la contemplación es descubierto. Sin embargo, en las formas orientales más características de la espiritualidad, esta inhibición desaparece y la contemplación, no crispada en la realidad de un ego que ella trasciende e integra simultáneamente, alcanza sus últimas posibilidades con la realización de la identificación del ser individual con el Absoluto transpersonal.” Dificultades para una aproximación a la no-dualidad.  Revue Être. Nº 1. 1974. 2º Année. 

“La idea del yo, incluso si se la contempla como ilusoria, no podría explicarse en esta teoría (la conciencia como algo “orgánico”). Se puede incluso ir más lejos: el menor de los estados de conciencia puede ser considerado como una unidad, mientras que no se encuentra nada igual en el organismo, donde el menor movimiento, la existencia del menor elemento es siempre indefinidamente divisible en el espacio y en el tiempo.” Psicología. C-IV. La naturaleza de la conciencia. R. Guénon.

Sobre la posible confusión entre la conciencia y lo orgánico Valmiki dice:

“En realidad, querido Râma, no es cierto que la Conciencia esté unida al cuerpo. El cuerpo sólo es imaginado por la Conciencia, como en un sueño.” Brihad Yoga Vashista.

O como dice Nisargadatta Maharaj: “…incluso el cuerpo es una integración en la mente de un inmenso número de percepciones sensoriales, cada percepción también es un estado… La suma total de estos flashes crea la ilusión de existencia.” (Yo soy Eso. Pg. 508)

Más explícito aún: 
“La noción de conciencia, que es el tópico clave, introspectivo, de la psicología (moderna), no debe confundirse, sin embargo, con la simple función fisiológica. Por tanto, no hay un órgano de la conciencia simplemente porque la “Conciencia” no es una concepción orgánica, y nada tiene que ver con la concepción fisiológica de la energía, cuyo aspecto interior introspectivo presenta. (Nota 5) La Conciencia en sí es el Âtmâ. La mente y el cuerpo (de éste último es parte el cerebro) son veladas expresiones de la Conciencia, que en el caso de la materia está tan velada que tiene la apariencia de la inconsciencia. El cerebro vivo está constituido por materia sensible-burda (Mahâbhûta), insuflada (vitalizada) por el Prâna o principio vital. Su material fue elaborado para que constituya un vehículo apropiado para la expresión de la Conciencia en forma de Mente (Antah-Karâna). Como la Conciencia no es propiedad del cuerpo, tampoco es una mera función del cerebro (ni fisiológica). El hecho de que la Conciencia mental es afectada o desaparece con un trastorno cerebral, demuestra la  necesidad del cerebro para la expresión de “esa” consciencia, y no que la conciencia sea sólo inherente al cerebro ni que sea propiedad de éste.” El poder serpentino. C-V. Los centros y lotos (Cakra Padma). Pg. 85. Arthur Avalon.

“Lo mental y el cuerpo son los efectos de Prakrti. Teniendo los dos el mismo origen, los dos, mental o materia, son cosas “materiales”, es decir, por naturaleza fuerzas e instrumentos limitados por los cuales opera el Espíritu o Conciencia, que, bien que ilimitado en sí mismo, aparece así limitado. La luz de un linterna no está modificada, perosu manifestación al exterior está afectada por la materia a través de la cual brilla esta luz.” El poder serpentino. C-III. Pg. 57. La conciencia encarnada. Arthur Avalon.

“Aunque Mûlaprakrti sea la causa material del mundo salido de ella, en último análisis, tal cual es en ella misma (Svarûpa) Prakrti, como todo el resto, es Conciencia, pues la Conciencia, que es Potencia (dinámica), y la Conciencia que es potencia estática, no hacen más que una. La Conciencia, sin embargo, asume el papel de Prakrti, es decir, de la potencia creativa, desplegando el universo. Su substancia está hecha de los Guna o modos de este principio natural llamados Sattva, Rajas y Tamas. La acción general de Shakti es velar o contractar la Conciencia. Prakrti es, de hecho, un principio “finitizador” (limitador), traza una forma en la Conciencia informal e infinita. Eso es lo que hacen los Guna pero en una medida desigual. El primero Sattva-guna tiene por función, relativamente a los otros Gunas, de “revelar” la conciencia; (…) la función de Tamas-guna es la de suprimir o velar la conciencia. La de Rajas-guna es la de activar, es decir, que él actúa sobre Tamas para suprimir Sattva, o sobre Sattva para suprimir Tamas. El objeto y el efecto de la evolución, como de toda sâdhanâ, son desarrollar Sattva-guna. (…) Por Sattva-guna se accede a SAT, que es Cid o Conciencia pura.” El poder serpentino. CIII. Materia y Conciencia.Pg. 58. Arthur Avalon.

“Podremos incluso considerar, sigue diciendo Guénon, todos los fenómenos psicológicos como si no fueran en un sentido más que modalidades o modificaciones de la conciencia (de la misma manera que los fenómenos físicos son contemplados como modalidades del movimiento), sin por ello atribuir a esta conciencia una existencia aparte, al menos en tanto que la consideremos exclusivamente en su relación con estos fenómenos, lo cual es el papel de la psicología. Ésta no tiene que contemplar más que lo que podemos llamar la conciencia fenoménica, sin preguntarse si esta conciencia fenoménica es o no es la expresión de algo de otro orden, sin relación con los fenómenos y que por definición misma no es del dominio psicológico.” Psicología. C-IV. La naturaleza de la conciencia. R. Guénon.

De nuevo aquí Guénon deja abierta la posibilidad de entender la consciencia de un modo superior, pero sin ahondar en el tema.

“En una palabra, la conciencia, por su naturaleza y por sus funciones, es algo irreducible, y todo estudio que se hace de ella la muestra como una actividad (?) de un género completamente especial, que no es asimilable a ningún otro.” Psicología. C-IV. La naturaleza de la conciencia. R. Guénon.


1.- Guénon despliega un discurso brillante pero propio y muy personal al desarrollar los entresijos de la metafísica sagrada, con un lenguaje (Posibilidad Universal, Posibles y composibles, Ser y No-Ser, paso al límite, estados múltiples, etc…) que toma prestados conceptos de una y otra tradición, y todo ello con un tinte matemático característico de toda su obra y que tan acertado es a la hora de explicar muchos aspectos del simbolismo sagrado, pero no tanto quizá la metafísica pura. En ningún momento de su exposición metafísica, la más delicada en toda tradición, se ciñe a una tradición concreta desarrollándola fielmente tal como en ella viene expuesta. Incluso de Shankara, que en su libro El hombre y su devenir según el Vedanta es la fuente, toma de él tan solo las categorías del Ser manifestado (Âtmâ) en sus tres estados principales (vigilia, sueño y sueño profundo). La no-dualidad la entiende tan solo al nivel del Absoluto, Parâbrahman o Brahma-Nirguna, pero dando por supuesta la dualidad de todo lo que supone de Él para abajo, todo el universo manifestado, que en las doctrinas no-duales, continúa siendo no-dual a pesar del “ilusionismo” dual y samsárico de Mâyâ. 
Ciertamente no se entiende la necesidad de eso pudiendo echar mano directamente de los enunciados y doctrinas metafísicas de un advaita vedanta upanishádico (en muchos puntos Shankara se contradice con los Upanishads), o de un shivaismo advaita cachemir, cuyo radical no-dualismo además de superar al propio vedanta, elimina todo rastro de ambigüedad dual y falta de coherencia interna, sin dejar fisura alguna entre metafísica, ontología, cosmología y psicología.
Dando por sentada la escrupulosa honestidad intelectual de Guénon, cabe suponer que los datos doctrinales a su alcance en ese momento eran los que eran, y que los contactos con representantes de alguna tradición oriental, si los hubo, debían tener también el nivel que tenían, confiando bastante sobretodo en su propia intuición y en su clarividencia. Decimos esto porque, yendo directamente al estudio de dichas tradiciones, y más aun iniciándose en ellas, algunas nociones metafísicas en Guénon, a pesar de su fidelidad expositiva, quedan bastante oscuras e incluso contradictorias en su caso comparadas con ellas; las nociones más elevadas las encontramos expuestas con diamantina transparencia y sin sombra alguna de contradicción en su propio lenguaje, nos referimos sobre todo a la lógica no-dual del Shivaismo advaita de Cachemira, lamentablemente desconocida en Occidente e incluso por Guénon.
Su magnífica exposición geométrica de los estados múltiples del ser en el Simbolismo de la Cruz, cuyo simbolismo cuida de advertir que es puramente analógico y provisional al quedar limitado por las propias condiciones espaciales de lo geométrico, parece volverse en su contra cuando lo usa como justificación axiomática para rebatir la posibilidad de la re-encarnación, o mejor dicho de la transmigración del Jivâ-Âtmâ (la idea de “re-encarnación” distinta de transmigración no existe en el hinduismo.), cuya imposibilidad reposa, según él, en que los ciclos o estados sucesivos siguen una marcha ascendente sin vuelta atrás, lo cual es obvio enfocado desde la periferia misma de esos estados y de su marcha irreversible por la espiral cósmica, pero no en cambio de la posibilidad siempre perpetua de “ascenso” y “descenso” por el Eje del Mundo, que los penetra y sostiene todos, siendo en ese eje o centro de cada estado donde reside la “semilla”, Bindu o mónada (Anu) individual de consciencia (Cid) de todos esos estados. Tal hecho no altera la verdad de que es el alma-espiritual (Cid-Anu) la que toma y abandona los cuerpos (transmigra), que no son sino extensiones de facultades suyas (de Âtmâ), sean de conocimiento o acción (Puryastaka: Buddhi, Ahamkâra, Manas y los cinco Mahabhûtas). 
 El hecho transmigratorio en las tradiciones hindúes (y en otras) no es otra cosa que el Samsara (la Rueda del...). Acabar con él es Mukta, es decir, la liberación, que Guénon asimila sobre todo a “una salida del cosmos” samsárico, pero que en realidad y en las tradiciones no-duales, es el reconocimiento del Samsara como Nirvana, del Cid-Anu como Parâmashiva, del Jîva como Âtmâ, ya que realmente jamás hubo esclavitud, separación ni dualidad del Sí Mismo sino Lîlâ, juego de sus energías consigo Mismo ….